Algunos elementos confunden la libertad de expresión. Creen que amparándose en ella están libres de todo pecado y no dudan en tirar la piedra, y en muchos caso, esconder la mano. Aunque la impunidad que da el anonimato y la posibilidad de esconderse detras de un teclado y de una IP que no delatará la identidad de su amo (salvo que el pecado cometido sea demasiado atroz) hace que cada día salten al ruedo más impresentables.
Los foros permitan que cualquier ciudadano en cualquier lugar del planeta pueda dejar su opinión para que esta sea compartida con el resto de la comunidad cibernética. Era el sueño de la web 2.0. Sin embargo estos espacios pueden ser ocupados por impresentables decididos a acabar con la voz del pueblo. ¿Podrá esta despreciable subespecie del ciberespacio acabar con las ventajas que Internet nos ofrece?
Alfonso Vázquez
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