20 ago 2022

Cambios y continuidades indígenas a través de los zapotecos

 El calendario ritual zapoteco consta de doscientos sesenta días, como sucede con el de todas las comunidades de Mesoamérica. En 1578, San Juan de Córdova, fraile dominico, recoge el ejemplo más completo y clásico de dicho calendario. Expone que, esos doscien-tos sesenta días, se distribuyen en cuatro intervalos de sesenta y cinco días y cinco perio-dos de trece días. Esta versión es representativa de los Valles Centrales pues, allí, se ubi-caba el monasterio. El calendario servía para elegir el nombre de los recién nacidos, deci-dir si el momento del enlace es el adecuado, interpretar sueños... En el siglo XVIII, se re-coge una estructuración diferente; los doscientos sesenta días (Piye), se dividen en veinte trecenas de trece días (Cocii) y cuatro periodos de sesenta y cinco días (Cociyo). En 1949, Pedro Carrasco lo da a conocer. Señala que existe un periodo propicio para ir a la iglesia, para bendecir la milpa, otro relativo a los muertos... Como quedó claro en “El Laberinto de la Traducción”, hay términos que no tienen una correspondencia en español; en pala-bras del autor, se domestica lo extraño (Pitarch, 2001: 159). Eso sucede con las deidades zapotecas; pese a ello, nos encontramos: dios trece o dios supremo, novena, abundancia, maíz/grano, tierra, rayo/trueno... Los días que corresponden con la posición trece, se con-sideran demoníacos, negativos (Ron Van Meer, 2013). La vida y la muerte van de la mano en los rituales. E

 

 

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