31 may 2016

¿Hasta donde llega la Libertad de Expresión?

La semana pasada tratábamos el proceso abierto contra el cantante de Def Con Dos por unos tuits  que la justicia enaltecimiento del terrorismo, humillación a las víctimas del terrorismo e injurias a la corona. No es la primera vez que desde el mundo del espectáculo se hacen declaraciones que puedan resultar incomodas, pero no es habitual que la fiscalía actúe contra quien, a fin de cuentas, sea ampara ante  el derecho a la libertad de expresión recogido en el artículo 20 de la Constitución Española. César Strawberry afirma que "El derecho a la libertad de expresión no tiene por qué ser algo agradable: tenemos que estar dispuestos a escuchar cosas que no nos gusten".  En la misma línea en pura tautología democrática, la canción Luce en la oscuridad, Roberto Iniesta, arremetiendo contra el mismo derecho que aparentemente le protege, escribe en un escatológico hipérbaton  “¿quien va a meterse por el culo mi libertad de expresión cuando diga que me cago en la constitución?”

¿Somos capaces de delimitar hasta donde llega la Libertad de Expresión? Porque tal vez podríamos argumentar falta de gusto, pero ¿esto puede ser delito? Además, el mal gusto puede llegar a a ser entendido como modo de vida, y tenemos a Telecinco y a su plantilla para defender este posicionamiento. Sin embargo, no podemos encarcelar, en un país occidental, a un personaje por el meo hecho de ser soez o grosero. Sin embargo, a pesar de haber pasado cuarenta años desde  la muerte de último dictador que tomó las riendas de España, sigue habiendo ciertos temas tabú, como la corona borbónica y el terrorismo.

Hace dos meses, dos integrantes de la compañía Títeres desde Abajo fueron detenidos por la Policía Municipal de Madrid durante la representación de la obra La bruja y don Cristóbal, acusados de un delito de apología del terrorismo por lucir una pancarta donde se podía leer Gora Alca-ETA. En el extremo opuesto nos encontramos con la desidia de las fuerzas del orden para actuar sobre otros aspectos sensibles del ideario colectivo español, como ocurrió cuando en una jornadas sobre la España visigoda se proyectaron las imágenes de los dictadores Francisco Franco y Adolf Hitler, además de la deHeinrich Himmler, jefe de las SS del partido nazi, sobre la fachada del castillo de Guadamur (Toledo).  

Esta situación de cara y cruz de la moneda, también podemos confrontarla en otros dos casos.  A principios de este año, una concejal  de Guanyar Alacant fue condenada a una multa de 6.000 euros por los insultos que profirió al Rey Juan Carlos,  tras publicarse la fotografía en la que éste aparecía con un elefante al que había cazado en Botswana. La edil escribió en su blog el 14 de abril de 2012: "Ese hijo de puta ha matado a un ser que, en muchos aspectos, es mejor que los humanos..., aunque claro, que se puede esperar de un tío que disparó a su propio hermano y lo mató". El juez arguyó para justificar la condena que "no es necesario llegar a la desmesura de estas expresiones de 'hijo de puta', 'borracho'", para criticar la caza de elefantes.

Podríamos llegar a comprender la opinión del juez, pero ¿es más grave insultar que amenazar de muerte? Federico Jiménez Losantos, filósofo que juega a ser periodista en medios radiofónicos y escritos, llegó a hacer apología del asesinato al afirmar que "es el único partido [refiriéndose a Podemos] que a mí me suscita odio de clase. O sea, yo los veo y me dan ganas de hacer la Revolución Francesa, sin guillotina, ¿verdad? Porque estoy contra la degollación aunque no sean inocentes. Pero, o sea, yo es que veo a Errejón, a la Bescansa, a la Rita Maestre y me sale, me sale... el monte, no el agro, el monte. O sea, si llevo la lupara, disparo. O sea, menos mal que no la llevo". en la misma intervención, Losantos carga contra otros politécnicos como Mariano Rajoy, al que califica de "zángano" y "solemne bobo", y contra Pedro Sánchez, al que tilda de "matón de discoteca" y "mozo de mulas".

Nos falta camino por recorrer para  llegar a ser un democracia madura, y parece ser que en pleno siglo XXI los fantasmas del franquismo siguen vivos. España, tras 30 años en la Unión Europea, geográfica y culturalmente está más cerca de África que de Europa y los Pirineos parecen ser una barrera más eficaz contra el tránsito de ideas como ha venido ocurriendo desde hace siglos, que el estrecho de Gibraltar.
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo

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