La cultura mainstream que describe magistralmente Frédéric Martell forma un imbricado muy complejo con la sociedad de consumo que nos descubrió Baudrillard medio siglo antes. Así, en las capillas de los templos del consumo, los nuevos mercaderes nos ofertan una serie de objetos tan caducos como perennes que precisan de consumo rápido y una vida efímera, ya que si la rueda del consumo se detiene, todo se desmorona. Sin embargo el cambio y la innovación no son perennes. El objeto tecnológico es caduco por cuanto su uso se condena, mejora o simplemente porque está diseñado para dejar de funcionar en un tiempo limitado con el objetivo de nuevas ventas.
Junto al objeto tecnológico, el textil es otro de los ámbitos preferidos del mercadeo contemporáneo. Millones de compradores azogados por la publicidad y la propaganda mainstream proyectada por sus nocivas pantallas vacían sus armarios cada temporada para inmediatamente abastecerse de nuevos bienes que consumirán y desecharán inmediatamente, aunque apenas estén utilizados: la felicidad basada en el consumo, como una nueva soma en el retorno al mundo feliz. Eficaz la programación neuronal llevada a cabo por los nuevos mesías de la imagen, siempre al servicio del capital y del accionista. Fascinante el afán de producir indiscriminadamente para consumir efímeramente, pero no es tarea sencilla. En su búsqueda de creación e innovación continua el sistema se ve obligado a alimentarse de fuentes inimaginables y también de retroalimentarse. Lo que fue moda anteayer lo será mañana de nuevo. Lo que es moda hoy mañana estará demodé, pero será recuperado por el bazar pasado mañana, una vez que la promoción gemela anterior haya sido desterrada de los armarios. Sin el más mínimo remordimiento, la imaginería que ornamentará bolsos, camisetas y pijamas será recuperada de licencias de saldo de los movimientos apestados de los años 80 y 90. De esta maenra los logos de Nirvana o Ramones y las iconografías de Iron Maiden o Misfifts de de lo es capaz de abrazar estéticas
Además de abrazar hipócritamente las estéticas anteriormente proscritas, no es extraño encontrar en los escaparates la imagen de marcas comerciales más o menos icónicas. Y está bien que las latas de Campbell ocupen un lugar en lo armarios roperos tras abandonar los armarios de la cocina tras su empoderamiento por parte del PopArt ¿pero no es un poco extraño pagar por una camiseta que hace unos años te regalarían en la tienda al comprar el producto?
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo
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