La identidad digital es una dimensión cada vez más influyente en nuestra sociedad. Los internautas, en mayor o menor medida son conscientes del alcance de la imagen que proyectan en la red. Esta imagen, monopolizada por los perfiles de Facebook, Twitter o Google+ se convierte en el pasaporte a numerosos servicios de la red, dando acceso a múltiples aplicaciones o abriendo las puertas a las páginas de opiniones de innumerables medios de comunicación. Los portales de intercambio de servicios, como Airbnb o Blablacar utilizan la actividad en las redes sociales para verificar la confiabilidad en un usuario. En definitiva, ponemos nuestra vida a disposición de la comunidad con nuestra participación cotidiana, y esta participación genera y proyecta nuestra imagen para con el resto de usuarios.
Sin embargo, frente a un uso transparente de los medios sociales, lo que genera una extensión de la identidad personal en el entorno digital, podemos identificar igualmente casos en los que las identidades digitales ocultan la real. En las últimas semanas hemos analizado el uso de identidades digitales opacas y ficticias para buscar fines injuriosos. Los analizamos en los posts La jungla de Internet (19 de feb. de 2015),
Sin embargo, frente a un uso transparente de los medios sociales, lo que genera una extensión de la identidad personal en el entorno digital, podemos identificar igualmente casos en los que las identidades digitales ocultan la real. En las últimas semanas hemos analizado el uso de identidades digitales opacas y ficticias para buscar fines injuriosos. Los analizamos en los posts La jungla de Internet (19 de feb. de 2015),
y Redes de odio (1 de feb. de 2015). También hemos visto como a veces se crea una identidad de una persona no real, con un fin incierto, la mayoría de las veces con una meta publicitaria, como describimos En busca de la gloria digital (22 de mar. de 2015). En este último, reflexionábamos sobre las inverosímiles propuestas de dos chicas que movilizaron a una gran cantidad de candidatos.
Sin embargo, otras veces, la identidad digital crea un personaje que no busca darse un baño de multitudes, sino que se desplaza en la intimidad de la comunicación mediada por ordenador, como ocurrió con la argentina Sofía Velzi. Aparentemente, esta chica de 18 años residente en Salvador de Jujuy conoció a Luciano Benítez, compatriota residente en Colón. Entre ambos se estableció una estrecha relación y él intentó quedar en numerosas ocasiones con ella. Ocasiones que fue rechazando hasta que finalmente se comprometió a viajar hasta la ciudad de su pretendiente. Si embargo, los casi 1.000 km se hicieron eternos y Sofía no llegó a su destino. Comunicó a Luciano que había padecido vómitos y que estaba ingresada en un hospital. Él fue a buscarla, pero no la encontró Se movilizó en la redes y creo en Facebook la página Buscamos a Sofía Velzi. Voluntarios del pueblo del joven también participaron activamente en la búsqueda, si resultados. La policía también investigó el caso y llegó a la conclusión de que la joven no existía y que la ficticia historia había sido articulada por una conocida del chico.
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo