El mes pasado Jordi Soler escribía ‘Fake news’ y credulidad en la Tribuna del País. y comenzaba atacando a las redes sociales -a pesar de lo etéreo y poco consistente del concepto en sí- como si una herramienta tecnológica pudiera ser la culpable del uso que de ellas damos. Soler afirmaba que...
"Cada vez con más frecuencia pensamos con una trama de datos e ideas facilitados por las redes. Creemos cualquier cosa que se presente con cierta contundencia; somos la población más informada de la historia, pero también la más vulnerable"
Pero la premisa de partida es cierta sólo en parte, pues las redes como tal no pueden ser malas per se, ya que esta adjetivación se produciría sobre el fenómeno humano, no sobre el tecnológico. Internet, paradigma de la sociedad de la información, es también una potencial fuente de desinformación pues no deja de ser una plataforma tecnológica potenciadora de la comunicación. Es decir, una elemento capaz de potenciar y amplificar el mensaje que genera un factor de multiplicación sobre la difusión de las ideas, independientemente de la pertinencia o impertinencia de estas. Pero el fenómeno fake news está de moda, y es difícil retraerse de mencionarlo en cualquier contexto, al igual que ocurre con la deep web, el big data o la minería de datos.
Sin embargo, y lo hemos tratado en más de una ocasión, no sólo las redes sociales se ven expuestas a este perverso efecto manipulador, ya que la prensa convencional, de manera intencionada, por desidia o por dejadez, también se ve expuesta a la difusión de noticias falsas y malintencionadas. En su afán de mostrar la última información antes que la competencia, los medios "de toda la vida" ofrecen noticias sin contrastar, lo que le lleva a desinformar con más frecuencia de la deseada. Así, Antena3tv utilizó y dio por buena una búsqueda en Facebook para ilustrar una macabra noticia en la que un hombre fue asesinado en su vehículo. El periodista de turno, actuando como un despreocupado internauta, no cotejó la información obtenida tras una mala búsqueda, colocando la foto de un usuario cuyo nombre y apellido tenía alguna similitud con la del asesinado (ojo, ni siquiera era el mismo nombre y apellidos, sólo había una cierta coincidencia) generando cierta inquietud entre el círculo próximo del anónimo internauta que se inquietó ante la posible muerte de su amigo, tal como había afirmado Antena 3. Por lo tanto, no sólo estamos expuestos a la desinformación al navegar por un océano de tuits -que también-, sino que corremos el mismo peligro cuando miramos el televisor o cuando compramos un periódico.
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo