Somos transparentes y previsibles. En Internet lo somos aun más. Google nos cataloga como consumidores y nuestra actividad, tal como comentamos en el último post, genera riqueza para estas empresas. Así, a pesar de no pagar nada, su uso no es gratuito: pagamos con nuestra intimidad y cedemos nuestro perfil social que es vendido en nuestro nombre al mejor postor.
Por su parte, los gobiernos puede utilizar nuestra actividad en la red para clasificarnos como masa fiel o insurrectos. Nuestra actividad en twitter o facebook tiene sus consecuencias. En concreto, China intenta implantar un sistema de catalogación de información que clasifique a los ciudadanos o a las empresas según su fidelidad hacia el régimen y, partir de este particular ranking, premiar o castigar la disidencia o la convergencia. Sin duda, la digitalización de los patrones de comportamiento permite establecer, en base a una serie de criterios básicos, el posicionamiento del internauta. Y para un gobierno, internet es una herramienta de control del pensamiento tan eficaz que Orwell no hubiera podido encontrar un mejor sistema: una herramienta que permite controlar la difusión de la información y, por lo tanto, del pensamiento. Y es a tiempo real y con una pasmosa facilidad de gestión y tratamiento. Así pues, bajo esta tesitura, la red se convierte en una trampa, en una tautología, donde conviven en estrecha intimidad la libertad y la represión y el Big Data no deja de ser el archivo de la gestapo digital del siglo XXI.
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alfonsovazquez.com
ciberantropólogo