Cada vez que aparece el informe PISA, el sistema educativo se convierte en objeto de linchamiento mediático. Nadie se fija en otras irregularidades y endemismos presentes en la escuela española, como los conciertos o la religión. A fin de cuentas estos endemismos son la consecuencia del histórico retraso de España respecto a Europa. Llegamos tarde a la industrialización, llegamos tarde a la ilustración, llegamos tarde a la democracia y, evidentemente, en 30 años no se pueden recuperar siglos de lastre. Todos los estratos sociales son culpables, pues hasta el más paupérrimo campesinado luchó contra contra la libertad, rescatando y reponiendo en el trono a un miserable Fernando VII que en un arrebato de ingratitud, aplastó el espíritu constitucional bajo los cascos de los cien mil hijos de San Luis e inició con años de retraso la construcción del ferrocarril con un ancho de vía diferente al europeo y que, a la postre, nos ha causado infinidad de problemas.
Esa histórica batalla contra la cultura nos condena y subyuga en los resultados del más que discutible informe PISA. Sin embargo, puestos a indignarnos ante informes, y puesto que incultura y pobreza son dos caras de una misma moneda, también podríamos indignarnos ante los datos expuestos por el libro
Qué hacemos contra la pobreza, una obra colectiva que denuncia que el aumento en la pobreza, la exclusión y la desigualdad en España está alcanzando niveles que no se conocían desde hace décadas, incluso varias generaciones.
España, Europa, Occidente, veían la pobreza extrema como algo lejano, algo que nunca afectaría a su territorio. A fin de cuentas, Europa era el sueño dorado de millones de Africanos que se juegan la vida en el estrecho en busca de una vida mejor, igual que Estados Unidos era la referencia para millones de hispanos. Esta asimetría social y humana nos hacía sentirnos superiores, creernos mejores. Sin embargo, el mismo injusto discurso que establecía una brecha insalvable entre los países del sur y los del norte comienza a instaurarse peligrosamente en las sociedades occidentales. Los métodos usados por los que tienen la sartén por el mango son los mismos ahora que antes: crear una deuda en los más débiles que nunca podrán superar, y que los mantendrá eternamente anclados en una diabólica espiral. Una espiral que cada vez necesita más masa para alimentarse, lo que la ha llevado a entrar en occidente por su punto más débil: los países del sur del "paraíso". El concepto de patria que ha llevado al poder a perpetuarse ya no vale: cada vez hay más pobres en el mundo y cada vez son más pobres, mientras que los ricos cada vez son ricos. Tanto la riqueza como la miseria se globalizan y a fin de cuentas, uno no es de donde nace, sino de donde pace. Es poco coherente que un desahuciado español siga culpando a "los que vienen de fuera", pues su desgracia ha sido iniciada por su propio sistema, por la sociedad que lo enculturizó y lo hizo ciudadano. El subsahariano que vende pañuelos en el semáforo no es culpable de que cada vez haya más gente en la calle, sin casa y sin trabajo. Pero sin embargo está más concienciado con el problema que nosotros, pues comenzó a padecerlo mucho antes, por culpa del apetito insaciable de nuestros compatriotas.
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ciberantropólogo