20 feb 2013

¿Vivimos en una sociedad corrupta?

La corrupción en estos días es unos de los temas preferidos de la prensa y de los corrillos ciudadanos. Pero ¿es exclusiva la corrupción de las altas esferas? Efectivamente,   cuando se trata de gestores públicos con un cargo de cierta responsabilidad, los resultados son llamativos por la complejidad de las tramas tan profusas y por las elevadas cantidades que entran en juego

Sin embargo, la picaresca mediterránea sigue funcionando, y la corruptela a pie de calle está tan viva como pueda estarlo en el congreso de los diputados.    Recientemente se ha hecho pública la existencia de una trama de falsificación de pensiones. También en las últimas semanas se destapó otra trama que falsificaba documentos de residencia para conseguir descuentos al volar como residentes  en territorios periféricos. A escala doméstica tampoco no escapamos y vemos como a diario hay denuncias para intentar estafar a las empresas aseguradoras. De igual manera, para conseguir el colegio "deseado", muchos padres no dudan en falsear o mentir en sus datos de empadronamiento, generándose auténticas batallas por estas luchas de interés. Y si regresamos a la tan manida burbuja inmobiliaria, no sólo fueron constructores y banqueros los responsables del problema.  Miles de usuarios compraban casas sobre plano para venderlas meses después, antes de firmar la hipoteca, sacando una jugosa prima en dinero negro. Alguno de ellos incluso vio como le reventaba en la cara el globo de la avaricia,  cuando al cerrar la banca el grifo de las hipotecas no pudieron vender su “inversión”, iniciando así un camino de pena y calvario. 


Por otra parte, cabe señalar la adoración al corrupto. Recientemente ha sido juzgado el que sido durante más de 30 años presidente de una diputación gallega. Acudió a los tribunales por irregularidades en la contratación de 104 personas. A las puertas de los juzgados, el clamor popular se dividía: los beneficiados por la práctica ilegal lo aclamaban como "presidente" mientras que otro grupo indignado se refería a él como delincuente. Hace más tiempo, cuando el banquero Mario Conde ingresó en prisión, tenía su  grupo de incondicionales que acudía al centro penitenciario con pancartas de apoyo para su “líder”. ¿No será que la corrupción es un rasgo identitario más presente en unos grupos culturales que en otros? ¿Somos los mediterráneos más dados a la corrupción que los pueblos nórdicos? ¿Está la corrupción presente en nuestro código genético?
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo

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