La
corrupción en estos días es unos de los temas preferidos de la prensa y de los
corrillos ciudadanos. Pero ¿es exclusiva la corrupción de las altas esferas?
Efectivamente, cuando se trata de
gestores públicos con un cargo de cierta responsabilidad, los resultados son llamativos
por la complejidad de las tramas tan profusas y por las elevadas cantidades que
entran en juego
Sin
embargo, la picaresca mediterránea sigue funcionando, y la corruptela a pie de
calle está tan viva como pueda estarlo en el congreso de los diputados. Recientemente se ha hecho pública la
existencia de una trama de falsificación de pensiones. También en las últimas
semanas se destapó otra trama que falsificaba documentos de residencia para
conseguir descuentos al volar como residentes
en territorios periféricos. A escala doméstica tampoco no escapamos y
vemos como a diario hay denuncias para intentar estafar a las empresas
aseguradoras. De igual manera, para conseguir el colegio "deseado",
muchos padres no dudan en falsear o mentir en sus datos de empadronamiento,
generándose auténticas batallas por estas luchas de interés. Y si regresamos a
la tan manida burbuja inmobiliaria, no sólo fueron constructores y banqueros
los responsables del problema. Miles de
usuarios compraban casas sobre plano para venderlas meses después, antes de
firmar la hipoteca, sacando una jugosa prima en dinero negro. Alguno de ellos
incluso vio como le reventaba en la cara el globo de la avaricia, cuando al cerrar la banca el grifo de las
hipotecas no pudieron vender su “inversión”, iniciando así un camino de pena y
calvario.
Por
otra parte, cabe señalar la adoración al corrupto. Recientemente ha sido
juzgado el que sido durante más de 30 años presidente de una diputación gallega.
Acudió a los tribunales por irregularidades en la contratación de 104 personas.
A las puertas de los juzgados, el clamor popular se dividía: los beneficiados
por la práctica ilegal lo aclamaban como "presidente" mientras que
otro grupo indignado se refería a él como delincuente. Hace más tiempo, cuando
el banquero Mario Conde ingresó en prisión, tenía su grupo de incondicionales que acudía al centro
penitenciario con pancartas de apoyo para su “líder”. ¿No será que la
corrupción es un rasgo identitario más presente en unos grupos culturales que
en otros? ¿Somos los mediterráneos más dados a la corrupción que los pueblos
nórdicos? ¿Está la corrupción presente en nuestro código genético?
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo
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