Cuando el señor Tan Dao Vien montó su restaurante oriental en París no pudo imaginar lo curioso que sonaría su nombre en el país vecino. Aún así, se trata de un negocio local y el nombre en el país huésped no da el juego que produce en español.
Pero en mercados globales, con grandes distancias idiomáticas y culturales entre países productores y consumidores, es más fácil que se produzcan estas bromas lingüísticas. Ocurre a menudo en el mundo del automóvil. Cuando Mitsubishi lanzó su Pajero, en referencia a Leopardus pajeros o gato de las pampas, no podía imaginar que el término en los países hispanos era malsonante. A veces, la trampa es fonética, como ocurre con el Audi Q3 [cutre], cuyo nombre en español echa por tierra la imagen de prestigio dada por la marca alemana. Tampoco se quedaron cortos en Nissan al lanzar el Moco y los casos se repiten, como ocurre con el Mazda Laputa Lamborghini Reventón, Lancia Marica o Kia Borrego.
Sin embargo, a pesar de estos trapiés que las marcas suelen enmendar a posteriori, cabe plantearnos, en una sociedad moderna y madura, la responsabilidad que la agencias de publicidad tienen sobre las campañas que lanzan, aunque este caso lo trataremos esta próxima semana en el siguiente post.
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo
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