Los móviles han avanzado hasta límites insospechados hace apenas 15 años. A finales de 1999, cuando el mundo tecnológico hacía cábalas sobre los efectos del fatídico efecto 2000, la carrera por los dispositivos móviles se aceleraba de manera exponencial, y la tecnología servía al mercado unas serie de móviles cada vez más pequeños y con más autonomía de uso. Una vez llegada a la mínima expresión de tamaño, los móviles comenzaron a aumentar su tamaño al mismo ritmo que lo hacían su aplicaciones. Ello unido al desarrollo de las tecnologías 3G y 4G, hizo que los teléfonos se convirtieran en ordenadores de bolsillo.
Amber Case (@caseorganic) ha afirmado que los teléfonos móviles se han convertido en una especie de hijos en miniatura "si lloran los cogemos, los enchufamos para alimentarlos, cuando se pierden nos entra el pánico". Esta antropóloga afirma que en su mejor versión la tecnología nos ayuda a ser más humanos. Pero muy pronto los datos sobre nuestros desplazamientos habituales quedaran registrados y ofrecerá servicios muy buenos, como calcular la mejor ruta para llegar a un sitio concreto, pero también expondrá nuestra intimidad como consumidores a los gestores de los templos de consumo, infatigables a la hora de buscar nuevos clientes. Ante esta perspectiva, cabe plantearse seriamente si los móviles nos liberan o por el contrario no atan al sistema, haciéndonos esclavos del consumo.
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo
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