Las páginas sociales no existen. Son vórtices de absorción de datos. Hace unos años se puso de moda un aforismo que afirmaba que si un producto es gratis el producto es el usuario; pero la semana pasada L'Obs publicaba "le dilemme de Zuckerberg" en la que un ingeniero de FB afirmaba que "si se supiera todo lo que sabemos de nuestros usuarios estarían aterrados". Por otra parte, hace unas semanas tratábamos en este blog los comentarios del gurú del 'big data' Martin Hilbert cuando afirmaba que Facebook sabe más de cada usuario con 250 likes que el propio usuario. En resumen, un sitio web no ofrece recursos gratuitos: o nos ofrece publicidad a cambio o le ofrecemos nuestra intimidad o bien ambas cosas. Y cuando estos espacios adquieren dimensiones globales, con millones de usuarios, la cantidad de datos personales que llegan a almacenar es suficiente para hacer temblar los cimientos de la humanidad. Y no exageramos, basta con reflexionar sobres la consecuencias del terremoto de Cambridge Analytica
Change no se queda atrás pero ataca a otro nicho de mercado: el de la solidaridad. Con la excusa de campañas solidarias y recogidas de firmas de apoyo, Change obtiene datos de los usuarios que vende a posteriori. Como usuarios no nos queda más remedio que estar en constante alerta ante la incesante capacidad de este tipo de empresas para camuflarse y reinventarse para apresar datos personales de sus usuarios. El peligro no está sólo en seres siniestros ocultos tras su pantalla dispuestos a robar los datos de de nuestra tarjeta bancaria, escondidos tras las lasas legislaciones de algunos lejanos países, el peligro también está en sociedades registradas en Delaware. A fin de cuentas todo es minería de datos, y aquella empresa que mejor sepa extraerlos y venderlos, más éxito en el globalizado mercado digital.
Change no se queda atrás pero ataca a otro nicho de mercado: el de la solidaridad. Con la excusa de campañas solidarias y recogidas de firmas de apoyo, Change obtiene datos de los usuarios que vende a posteriori. Como usuarios no nos queda más remedio que estar en constante alerta ante la incesante capacidad de este tipo de empresas para camuflarse y reinventarse para apresar datos personales de sus usuarios. El peligro no está sólo en seres siniestros ocultos tras su pantalla dispuestos a robar los datos de de nuestra tarjeta bancaria, escondidos tras las lasas legislaciones de algunos lejanos países, el peligro también está en sociedades registradas en Delaware. A fin de cuentas todo es minería de datos, y aquella empresa que mejor sepa extraerlos y venderlos, más éxito en el globalizado mercado digital.
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