Hasta ahora habíamos pensado que el avance tecnológico tenía en la juventud su mejor aliado. Pero El Mosquito, inventado por Howard Stapleton, emite un agudo pitido en una frecuencia que sólo los jóvenes oyen, con el fin de erradicarlos de ciertos espacios públicos.
El invento, y la medida, que afortunadamente no han sido tenidos en cuenta en el espacio común europeo, es cuanto menos discriminatorio. El aparato en cuestión viene a ser un dispositivo como el que se vende en supermercados y ferreterías, y que una vez conectados a la red eléctrica, ahuyenta a insectos y roedores.
Una cosa, también al orden del día, es que en algunos puntos del continente se debata la pertinencia o no del burka, que en ningún caso va contra la persona, sino contra el instrumento, pero otra muy diferente es crear un repelente de jóvenes, sin más criterio que su edad. El aparato no distingue entre ruidosos o educados, en ebrios o serenos, su único rango de aplicación es la edad, y su funcionamiento basado en el disfuncionamiento del oído adulto, que con los estragos de la edad pierde eficacia de uso.
Fuera de las posibilidades tecnológicas aparece el debate ético ¿podemos limitar ciertas zonas comunes y espacios públicos a ciudadanos por el mero hecho de tener un oído más sano y desarrollado que otro?
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo
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