Nicholas Carr, en su libro superficiales, qué está haciendo Internet con nuestras mentes se planteaba si el uso continuado de Internet provocaría una serie de efectos neurológicos irreversibles, como la pérdida de la capacidad de concentración (Y de ahí el título de su trabajo). Carr se preguntaba hace años si estamos sacrificando nuestra capacidad para leer y pensar con profundidad y si Google nos vuelve estúpidos. Mario Vargas Llosa, tras la lectura del libro, afirmó en su columna del País que "no es cierto que Internet sea sólo una herramienta. Es un utensilio que pasa a ser una prolongación de nuestro propio cuerpo, de nuestro propio cerebro, el que, también, de una manera discreta, se va adaptando poco a poco a ese nuevo sistema de informarse y de pensar, renunciando poco a poco a las funciones que este sistema hace por él y, a veces, mejor que él". Así pues, cerca de nuestra postura optimista sobre las tecnologías de la información, estos autores asumen que la dualidad humanos-tecnología está creando unos binomios cíborg, si bien se desmarcan a la hora de encontrar ventajas y ponen sobre el tapete los potenciales perjuicios que algunos tecnoadictos puede llegar a desarrollar.
Este otoño, Nicholas Carr retoma su tesis y presenta Atrapados: cómo las máquinas se apoderan de nuestras vidas, Ahora, el ensayista norteamericano plantea como una dependencia absoluta de las máquinas nos hace ser sus esclavos, en lugar de usuarios que se sirven de ellas. Así, los sistemas de vuelos comerciales, totalmente informatizados, en condiciones normales hacen que los desplazamientos aéreos sean organizados y seguros. Sin embargo, afirma Carr que los pilotos están olvidando cómo se vuela a la vez que están perdiendo la capacidad de tomar decisiones en situaciones extremas o cuando las máquinas dejan de funcionar. El mismo efecto es el que genera el uso de GPS por los conductores o la extensa ferretería médica.
Sin duda, es un debate apasionante, que se opone a las visiones más optimistas respecto a Internet y que nos permite reflexionar si realmente las máquinas están al servicio de la humanidad o será el cerebro humano quien se subordine a los dispositivos digitales. Siguiendo en la misma linea, podríamos discernir, en el caso de que la premisa anterior fuera cierta, de quiénes serían los cerebros subordinados y quienes quedarían libres en esta purga.También nos podríamos plantear si estamos desarrollando otras habilidades, con lo que la visión Carr-Llosa se acercaría más a una distopía que a la evolución real de la humanidad. Así, el simple uso de una calculadora podría llegar a atrofiar nuestra capacidad de cálculo mental, pero nos liberaría de una tarea monótona permitiendo dedicar más esfuerzos a comprender el espacio global en el que se desarrollan esas operaciones aritméticas. Igualmente, el uso de semáforos ayuda a los automovilistas a circular por ciudades, sin perjuicio para que sepan desenvolverse en situaciones donde no haya señalización vial luminosa.
Y es que, a lo largo de la historia de la humanidad, los homínidos hemos ido evolucionando a la par que desarrollábamos una serie de técnicas y tecnologías que consolidaban nuestro proceso evolutivo. Hace 500.000 años comenzamos a dominar el fuego, encontrado de forma fortuita, aunque posiblemente no éramos capaces de encender una simple fogata partiendo de cero, lo que exigía una custodia perpetua. Poco a poco se aprendería a iniciar una hoguera chocando pedernales o frotando dos palos, mientras que más recientemente un mechero o una simple cerilla han facilitado enormemente la tarea. De igual manera, dejamos de confiar en nuestro vello corporal para calentarnos, y elegimos arroparnos, primero con pieles, y ahora con tejidos más complejos. También comenzamos a utilizar trampas y armas para cazar, en vez de confiar exclusivamente en nuestra velocidad y nuestra fuerza. Han cambiado los medios, pero no el fin. La tecnología nos condiciona, pero no deja ser un constructo social y nos hará más libre en la medida que nos mejora la vida.
No obstante, y tomando como punto de arranque este posicionamiento escéptico digital, en los próximos post nos vamos a centrar en el vilipendiado y maltratado sistema educativo, viendo si el pilar tecnológico que venden los responsables políticos será el motor de cambio que la escuela necesita.
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo
1 comentario:
En cuanto a la bondad de la tecnología, no veo tal debate. Nos mejora, sin más.
De hecho, observo demagogia en los ejemplos citados. Por comentar uno, el de los vuelos comerciales, bastaría comprobar las cifras de accidentes aéreos de hoy día con los de hace tres o cuatro décadas. Por supuesto que asumo el riesgo de que el piloto que me lleve de pasajero no esté acostumbrado a hacer aterrizajes forzosos, ya que es indicativo de que estos se dan rara vez hoy día.
Que haya quien se acomode y retroceda intelectualmente es una posibilidad que se ha dado en cualquier época. Al menos la tecnología dará respuesta a las mentes inquietas, y creo no equivocarme al decir que atraerá a algunas de las mentes perezosas al ámbito cultural, por el atractivo que tienen los medios actuales, destacando principalmente el teléfono inteligente, ya anexo a casi todo individuo en nuestro entorno.
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