En
los países mediterráneos se respira un sentimiento antieuropeo, a causa de las
duras medidas de ahorro impuestas por la mesías Merkell. Nos sentimos
menospreciados por lo que consideramos un trato denigrante, ya que los países
del norte ven a los del sur de Europa como granjas que producen alimentos, como
retiros soleados para sus jubilados que se compran la casita en la costa del
sol o como lugar para las fiestas incontroladas de sus etílicos jóvenes.
Sin
embargo, no es difícil sorprendernos hablando peyorativamente sobre los
inmigrantes -africanos, sudamericanos y de Europa del este en su mayoría- que
llegan a nuestras regiones. Que vienen a quitarnos el trabajo, que nos roban,
que no se adaptan a nuestras costumbres… En los grupos humanos – también en la
naturaleza- encontramos indefectiblemente una jerarquía de poder. Europa
–occidente- está en la cumbre, pero dentro de Europa se reproduce ese mismo
esquema. Veamos las tres dimensiones de las cadenas de poder:
Natural: En la naturaleza se conjugan dos
factores, el tamaño y la alimentación. El herbívoro se come a la hierba, el
carnívoro se come a otros animales. Cuando muere, sus cuerpos son descompuestos
por insectos y bacterias, y se generan sustancias orgánicas que de nuevo
favorecen la aparición de vegetación, iniciando así el sentido circular de la
cadena trófica.
Social: El sentido circular de la cadena de
poder en la naturaleza se vuelve vertical entre los humanos. La erótica del
poder nos hace luchar por la sensación de estar por encima de los demás. Las
jerarquías sociales son complejas y a veces no evidentes. Factores tales como
el dinero, el puesto de trabajo o la herencia social condicionan esta dimensión.
El empresario se cree por encima del trabajador, el “noble” por encima del
“plebeyo”, el médico por encima del enfermero…
Social
supranacional:
Ese misma distribución que se da entre clases sociales se da entre países.
EE.UU. o Alemania manipulan sus zonas de influencia como si de un juego de
ajedrez se tratará. Pero a su vez, estos dominados de primer orden gustan de
controlar a terceros, y así
sucesivamente.
Volviendo a la premisa de inicio ¿Es lícita la queja de los
países mediterráneos por la opresión germana cuando ellos ejercen el mismo
efecto sobre otros? ¿Podemos quejarnos
del trato recibido cuando en España ofrecemos a inmigrantes trabajos mal
pagados y en condiciones que un nacional no aceptaría? Con el control alemán de
Europa ¿estamos reviviendo el sueño dela
raza aria?
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo
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