En los últimos tiempos estamos viendo como los usuarios digitales se afanan en trasladar su vida a la red. Pantallas capacitivas, discos duros, conexión 7/7 24/24, almacenamiento en la nube... Todo vale por llevar al ciberespacio lo que somos, o lo que nos gustaría ser. La red se convierte en un escenario imprescindible para el homo sapiens digitalis, para el ciudadano del siglo XXI.
La obsesión por el giga extra condiciona el éxito de productos tangibles o intangibles. Ponemos en digital nuestra vida. Fotografía, documentos, cuentas bancarias... Internet ofrece una vida paralela, dando continuidad digital al átomo. como reflexionaría Negroponte.
Sin embargo, no somos consecuentes de la fragilidad del medio. No hay que recurrir a escenarios distópicos, como comentamos en el post revolution. Ni a catástrofes naturales que impidan la producción de energía eléctrica aunque no conlleven consecuencias en los órdenes sociales. En ámbito individual y doméstico, un simple accidente -una avería irreversible de un disco duro, la desaparición de un servicio on-line de almacenamiento- puede hacernos perder nuestra vida digital, con el siguiente trastorno.
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo
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