La revolución digital ha aportado una serie de innegables ventajas con una densidad tal que, como hemos comentado en otras ocasiones, nos encontramos ante un cambio de paradigma, una nueva forma de relacionarnos e interpretar la sociedad de la que formamos parte. Sin embargo, por más entusiastas u optimistas que nos mostremos ante esta era de cambios, es del mismo modo innegable que la tecnología ha facilitado el crecimiento exponencial de los medios de comunicación y, por pura estadística, ha permitido la aparición de un modelo depauperado de información y ocio. Si atendemos a sistemas de explicación más conservadores, llegamos a lamentar la decadencia cultural de una sociedad que cuenta con los medios tecnológicos para obtener el efecto diametralmente opuesto. Es decir, a pesar de que disponemos de un acceso a la información como nunca antes habíamos soñado, esta información no estará accesible si el gran público no siente que la necesita y accede a ella. Ergo, la sociedad de la información por sí sola no será el motor de cambio que transforme la humanidad dotándola de valores culturales.
¿Culpables? Octavio Paz arremete contra el mercado, pues considera que este ha sido el gran responsable de la bancarrota de la cultura en la sociedad contemporánea. Otros pensadores como Mario Vargas Llosa ponen el contrapunto e introducen en la balanza no sólo al mercado como ofertorio de contenidos, sino al consumidor que elige un contenido en detrimento de otro. Así, afirma que el gusto del gran público determina el valor de un producto cultural, lo que hace que grandes escritores y pensadores queden en el ostracismo y otros mediocres se hagan con grandes cuotas de mercado. Razón no les falta, sólo hay que pasar una tarde de zapping.
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo
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